COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
NADIE PUEDE COMBATIR LA VIDA POR SÍ MISMO
(¡Qué importante es hacer los caminos abrazados y hasta soñar envueltos en un vivir desvivido!)
I.- EMOCIONES QUE AGRADAN
Me gusta navegar hacia las
alturas y verme junto al sol,
crecer sin muros y volar hacia
el reino de lo armónico,
que es donde realmente se vive,
en el estar y en el ser,
en virtud del buen hacer y en
la claridad del buen obrar,
superando observancias
inhumanas, eclipsando miserias.
No hay mejor avance que el alma
desposeída de mundo,
que el mundo restituido por el
galáctico que nos cautiva;
prendido el interior de
invisibles pulsos que nos alientan,
todo se vuelve más en donación
y también más invisible,
pues el corpóreo don dinero
nos utiliza a su arbitrariedad.
Hay que volver a la senda de la
rectitud y concurrencia,
a refundirse en el ecuánime
estado de las cosas humanas,
que nos ayudará a revivirnos
en esa dicha de la palabra,
con el amor de amar como
abecedario para el recorrido,
morando en el verso para huir
de lo perverso y tener paz.
II.- LOS DESVELOS DEL AMOR
El mundo nos requiere como
hijos que somos del amor,
y ha de ser una pasión
preferencial por aquellos últimos,
un afecto de mirada limpia,
nada posesiva, todo entrega,
que cuida de la fragilidad con
la ternura desinteresada
del abrazo y atiende a todas
las llamadas de asistencia.
Asistir a esas personas que
sufren y mueren de hambre,
hallarse a su lado siempre,
notarse entre sus lágrimas,
rebuscar con ellas otros
horizontes menos angustiosos,
hasta agonizar de cariño y
vencer este calvario de dolor,
pues hay angustias que brotan
porque son fruto del odio.
Todas las amarguras nos matan,
la del desamor nos deja
sin raíces, que es como quemar
la voluntad en el trayecto,
disipar los latidos que nos
reconducen a vivir en familia,
a sentirnos miembros entre sí,
a animarnos mutuamente,
porque la vida es para
hermanarse y no perder el tiempo.
III.- DARNOS VIDA EN COMÚN
Hemos de aprender a
reprendernos, a situarnos cada cual
consigo mismo y junto a los
demás, a vivir en el respeto
hacia sí, para frenar las
inmoralidades que nos atrapan,
pues solo desde la
consideración, podremos dejar correr
las diferencias, estimular y
provocar la luz del intelecto.
Nada somos por sí mismos,
necesitamos alimentarnos
unos de otros y alentarnos
constantemente en el andar,
elevar el espíritu en
comunidad, encumbrar los sueños,
ennoblecernos corazón a
corazón, concebirnos parte
de un mismo tronco, para darnos
existencia en común.
Que la vida es el arte de la
comunión conjunta, del hacer
y del deshacer en comunidad,
del crear y recrear unidos,
del partir y compartir
fusionados, no hay otro sentido
existencial, que la pertenencia
común a un mismo deseo,
a vivir en el encuentro, no a
morir en el vil desencuentro.
Víctor CORCOBA HERRERO